Protegerse de los impagos

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Protegerse de los impagos

En el tiempo de crisis actual, falta de liquidez en la tesorería y ajuste en los precios ofertados, más que nunca, es necesario disponer de las herramientas para, en caso de impago conseguir una solución rápida al problema. En este escenario, todo el trabajo que se haya podido hacer antes de hacer la factura, es clave para asegurar el futuro cobro de la misma.

La formalización del encargo es fundamental. Demasiado a menudo, un determinado pedido, obra o servicio adolece de un defecto inicial: la inexistencia de presupuesto, pedido u hoja de encargo inicial que fije el producto, la cantidad, el servicio, el precio y su forma de pago. A demás, en esta formalización inicial del encargo, incluso podemos determinar otros elementos que, en un futuro, nos pueden ser especialmente útiles. En este sentido, destacan las cláusulas de sometimiento a los Juzgados y Tribunales de nuestro territorio y no a los del futuro deudor (por evitar desplazamientos y más costes en la reclamación de la deuda) o, incluso, también condiciones relativas a adelantar el vencimiento total de la deuda en caso de que, si hemos pactado diferentes plazos de pago, se incumpla cualquiera de los plazos fijados.

En el ámbito de la primera reclamación el formalismo y enfocar bien los términos de la controversia es una cuestión clave para conseguir el éxito. No es igual reclamar una factura, que un pagaré; no podemos caer en refinaciones de la deuda, pactar nuevos términos y condiciones, sin que, aunque sea de forma breve, pongamos por escrito que se ha producido un impago y que obedece exclusivamente a problemas del deudor (y no de la mercancía, ni los trabajos que se hayan hecho como después, sorprendentemente, siempre acaba apareciendo); y, en última instancia, en todo este proceso dominar con certeza cuáles son los costes de la reclamación y los instrumentos a nuestro alcance, puede suponer hacernos la diferencia entre afrontar bien o mal una negociación y un posible acuerdo.

En caso de impago confirmado, sin embargo, la rapidez y contundencia en la reclamación son la garantía en un supuesto en que, desgraciadamente, la buena voluntad ha fracasado. No hace falta decir que en los casos en que se produce una insolvencia manifiesta de nuestro deudor, ni la rapidez, ni la contundencia de la reclamación consiguen el pago. En estos supuestos, tendremos que asumir que no contratamos con la persona correcta y sacar, de cara al futuro, una nueva lección a aprender: saber y tener toda la información de con quién estoy contratando.

Pero, lejos de estos supuestos, en el caso de los deudores solventes y en los que lo que está sucediendo es que nuestra deuda va quedando en cola, el paso del tiempos es el peor enemigo para nosotros. El deudor relativiza la deuda, sabe que hemos aguantado y, seguramente, como no hemos tomado decisiones contundentes, continuaremos aguantando. Y, mientras tanto, durante todo este tiempo, nuestra factura sigue impagada y se suceden las reclamaciones informales y sin éxito.

Dar un toque de alerta claro y contundente al deudor para que entienda que la exigencia en el servicio o los productos entregados también debe ir en correspondencia con la exigencia y la seriedad en el pago es lo que hace que, en un marco judicial donde el proceso ya puede tener algunos puntos de lentitud, la vía de la reclamación judicial o la vía de la reclamación a través de profesionales tengan las máximas garantías de éxito y celeridad.

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